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Mala madre o calendario defectuoso

Estamos desayunando. Mis pequeñuelos no tan pequeños comiendo su ración diaria de pan de molde con Nutella y su leche con cacao (aquí llamada Trumoo). Y de repente, la idea asalta mi cabeza:
"Pero hijo, ¡si hoy vas al Zoo de excursión! El Zoo Franklin se llama el zoo de Boston, ¿verdad? Tenemos que preparar todo enseguida!"
Mi hijo, contento de pronto por la notícia, me mira con cara de asombro, y yo sé que piensa "suerte que tengo una mamá como la mía, que se acuerda de todas las fechas importantes!".
Y yo, orgullosísima por la mirada que me envía y orgullosísima de mi misma por ser un calendario ambulante, le preparo un snack y una comida para chuparse los dedos (dícese de un bocadillo de jamón y queso, galletitas, yogur y una manzana cortada a gajos y envasada en bolsa de plástico). 
Le preparo todo lo que considero que él necesita para pasar un día en el zoo:
- le embadurno hasta las orejas de protector solar (si, en Massachusetts a mediados de setiembre);
- le coloco una gorra en la cabeza por si no funciona el protector solar protección máxima;
- hago que se vista con ropa cómoda (llegando a la conclusión de que es la misma ropa que lleva cada día para ir a la escuela);
- le coloco toda la comida en bolsitas desechables para que no pierda ninguna de sus bolsas diarias no desechables del cole;
- le beso en la mejilla repetidas veces hasta que me quedo con todo el protector solar que le había puesto en esa parte de la cara;
- vuelvo a embadurnarle con protector solar mientras él se queja (sólo levemente, su pasión hacía su madre calendario viviente aún no ha desaparecido);
- le doy una bolsa para poner toda la comida que le he preparado, no la mochila de cole con sus carpetas, que hoy descansarán plácidamente en casa;
Y nos vamos. Mis pequeñuelos al cole y yo al trabajo.
Besos. Besos en la mejilla, besos en el aire, te quiero, te quiero yo también, hasta luego, que lo paséis en grande, ya me contarás cómo ha ido en el Zoo, ¡Qué ilusión!
¡Ay!¡Pero que buena madre soy!
Rumbo al trabajo con una sonrisa en los labios, pensando en lo mayores que se me hacen los niños.
De repente, la sombra de una duda asoma en mi pensamiento. La duda toma consistencia, luego toma forma y va creciendo dentro de mi pensamiento sin yo poder evitarlo. Llego al trabajo con la cara atemorizada por la duda, que ya tiene el tamaño del Mount Washington. Visualizo el calendario de la escuela de los peques en mi móbil (si, finalmente he decidido comprobar si sirvo para calendario)...
OMG (expresión americana de ¡Dios mío!) 
HOY NO ERA EL DÍA DE VISITA AL ZOOLÓGICO, me confundí de día!!!!!!!!!!!!
Soy mala madre (o mal calendario, según se mire), y no me acordé del día correcto de la primera excursión de mi peque. 
Me siento en la silla y cierro los ojos como penitencia por tan grave delito (pasados los cuarenta, eso de darse golpes en la cabeza como forma de redención ya no sirve).
Cojo aire. Respiro. Agarro el teléfono y escribo un email a la profesora de mi peque. 
"Querida señora profesora: mi hijo va vestido para ir al zoo, embadurnado para ir al zoo y lleva una bolsa cargada de comida (y sin deberes) para ir al zoo. Ruego no le tenga en cuenta que su amantísima madre se equivocó al localizar el día de la excursión en su mente ya muy repleta de actividades extraescolares.
Perdone las molestias y muchas gracias por su compresión. Firmado: mamá-que-pierde-la-memoria."
No recibo respuesta por parte de la profesora la primera hora después de enviar el email. Ni la segunda. Ni nunca.
Al salir del trabajo, recojo a los peques.
"Hola", les digo tímidamente (espero una cara de enfado enfadadísima del menor, puesto que hoy no ha ido al zoo tal como su madre le había dicho.
"Hola", me contestan ambos, más preocupados por llegar a casa y distraerse con sus cosas (dícese de la televisión durante veinte minutos antes de empezar los deberes).
"Lo siento" digo suplicante, "me he equivocado de día."
"No pasa nada, mamá" me contesta serenamente.
"¿No estás enfadado?"
"No."
Al dia siguiente, va a la excursión y regresa entusiasmado. Ya no se acuerda de lo mala madre que es una. Y es que quizá no soy tan mala madre.






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