Nos gusta, a toda la familia, probar la comida internacional. La japonesa, la china, la americana, la libanesa... cada una tiene sus peculiaridades y sus platos exquisitos, sus ingredientes principales que se combinan con otros que generación tras generación han aportado a cada receta una singularidad extrema y un sabor extraordinario.
Hace poco probamos un restaurante mejicano. A los niños les encantan las quesadillas y a nosotros unas fajitas o similar regado con un poquito de tequila nos sabe a gloria (remordimientos aparte). Al entrar en el restaurante parecía que hubieras abandonado Massachusetts y hubieras entrado en una especie de pirámide fabricada hace miles y miles de años por una cultura milenaria. Aunque la chica que nos atendió era totalmente americana, su inglés era perfecto y la mesa, los cubiertos y los platos eran mucho más modernos de lo que imaginaba.
Ya escogido el menú, me dirigí al baño. En la puerta, un dibujo de una mujer voluptuosa y femenina nos invitaba a las damas a entrar.
Entro y enseguida escucho:
"Pablo ama a Elena."
"¡Coño!" Pensé yo (Coño es una palabra únicamente venezolana que significa duda, confusión, susto, aburrimiento, cansancio, enfado, desilusión, asombro, estupefacción y millones de palabras más. En mi caso significaba susto).
Después de pensar en la susodicha palabra pensé: "Es que en los lavabos de los restaurantes siempre se cuentan confidencias que al cabo de poco salen a la luz."
Pero al cabo de medio segundo de pensar esto, escucho la misma voz diciendo:
"Elena es guapa, educada, trabajadora y buena persona."
"Pablo es guapo, educado, trabajador y buena persona."
Bueno, yo a lo mío, voy al baño y no me meto en los asuntos de Pablo y Elena, aunque me alegro de que los dos tengan tantas cualidades.
Y además, el hecho raro es que escucho toda la conversación... pero ¡no veo a nadie en en baño!
Me costó entender, al cabo de varias frases, que estaba escuchando una conversación de un curso de español. Si, la gente que va a un restaurante mejicano en Massachusetts, puede aprovechar el tiempo mientras visita el baño para aprender un cursillo acelerado de español. ¡Impresionante!
Después de lavarme las manos, vuelvo a la mesa donde mi familia me espera y les cuento anonadada lo que acabo de escuchar.
"Si, nosotros también lo hemos escuchado en el baño de hombres" me responden mis tres hombretones.
Y mientras nos reímos por este cursillo acelerado en el cual es imposible que un americano consiga aprender correctamente ninguna palabra en español conteniendo la letra r (si, r de rosa, rápido, ruido, risa...), nos sirven nuestra comida mejicana.
Abrimos unos ojos como platos, la boca se nos abre, añadimos una sonrisa y empezamos a deglutir un manjar de diferentes texturas y colores... y muchas calorías que durante la semana deberemos gastar.
¡Buen provecho!
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