Al empezar según qué tipo de trabajo en Massachusetts, no te tiran a los leones el primer día. Tienes unas horas de entrenamiento (training), donde te conviertes en la sombra de una persona experimentada que realiza el mismo trabajo que tu realizarás al cabo de pocos días. En mi trabajo actual, tuve la suerte de ser la sombra de personas excepcionales que me enseñaron, además del trabajo bien hecho, de la gran humanidad necesaria para realizarlo.
Al entrar el primer día en la oficina, una sonrisa nerviosa en mi cara delataba mis ganas de caer bien y de hacerlo mejor. Nuevas caras me miraban con menor o mayor interés, algunas personas se interesaban por mi y me mostraban una sonrisa abierta de franca bienvenida, mientras otras continuaban con su trabajo cotidiano. Me senté en una silla mientras esperaba a mi entrenador particular, mi trainer asignado. Al lado de mi silla, una chica extrovertida hablaba en voz alta contando cosas a quién quisiera escucharla. Al cabo de un rato, se percató de mi presencia. Me miró sorprendida y yo intenté obsequiarla con la mayor de mis sonrisas, para disimular mis nervios infinitos.
"¿De dónde eres?"
"De Barcelona."
"¡Ah!¡De nada por Messi!"
"¿¿¿¿¿???????????????"
Mi entrenadora, la chica de la que yo me convertiría en su sombra los próximos días, llegó en ese momento, nos presentaron y aquí empezó mi trabajo de aprendizaje. Lecciones de idioma, de vocabulario, pero por sobre de todo, de sentimientos, como la comprensión y la compasión, fueron lo que aprendí esos días, corriendo arriba y abajo del edificio.
Al regresar a la oficina, la chica que antes me había increpado también estaba allí. Me fijé que iba vestida con ropa Desigual, de todos los colores que existen en una paleta de pintor. Andaba por la oficina hablando con uno y con otro, y conseguía sacar una sonrisa a la mayoría de sus interlocutores. Su melena semirecogida en una cola le daba un aire de volatilidad. Mientras yo la observaba, intentaba pensar en el significado del: "De nada por Messi", aunque durante esas horas no conseguí encontrarle ningún sentido.
Por la noche, intenté averiguar la solución del acertijo: si, soy de Barcelona. Si, Messi juega en el Barça...¡Ajajá! Esa chica Desigual tiene un acento... ¡argentino!
Al día siguiente, mi chica Desigual se presentó en la oficina con una camiseta de la selección argentina. Y aquí acabé por comprenderlo todo. Messi, argentino de corazón, juega en el Barça. Con lo cual, muchos (¿millones?) de argentinos creen fervientemente que Argentina nos ha hecho el gran favor de dejar que su ídolo se convierta en nuestro ídolo, y pegue patadas geniales a una pelota de fútbol para marcar goles con un equipo de Barcelona y no con un equipo argentino.
Finalmente conseguí encontrar el sentido al "de nada por Messi", me senté en mi silla y continué observando como mi chica Desigual se desenvolvía con soltura arriba y abajo, increpando a uno y molestando a otra, para sacar sonrisas a su paso.
Esto es una de las cosas buenas de la expatriación. Conoces a gente interesante, muy interesante, que te permiten observar el mundo con otros ojos.
Si, lo acepto, chica Desigual, gracias por Messi.
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