En primer lugar, porque los niños han podido disfrutar de unos abuelos que viven a más de 6000 km de Massachusetts, con lo cual, verlos al natural, sin cachivaches electrónicos, es tarea arduo complicada. Los abuelos los han mimado, abrazado, besado y acurrucado hasta la saciedad, y los niños se han dejado mimar, abrazar, besar y acurrucar con una sonrisa en los labios.
En segundo lugar, porque hemos podido disfrutar de unas temperaturas envidiables para esta época del año, aún más si las comparamos con el frío de Massachusetts. Decir que vestimos bañador gran parte del día no es broma, y menos cuando lo comparo con las fotos que recibimos de nuestros amigos que han pasado las vacaciones en Massachusetts, con temperaturas negativas y abrigados hasta la saciedad, para salir aunque sea un minuto a la calle.
En tercer lugar, porque mi familia (aunque yo sea la excepción), es de playa. Es decir, se mete en el agua y no sale si no es a regañadientes, porque una mamá preocupada por los resfriados de sus retoños les obliga, gritando a todo pulmón.
Y es en la playa, donde he paseado con la abuela de mis hijos, donde más he notado el paso del tiempo en las carnes de los que nos rodeaban. Me explico:
- he visto a unos bebidos aprendiendo a caminar, gordos y tersos en carnes, como muñecos adorables, piececitos de porcelana y cabecita de muñeco, que paseaban dando la mano gordinflona a una mamá orgullosa de su pequeñuelo.
- he observado a unos niños que ya no son bebitos, delgaditos y que no paran ni un segundo, con los músculos aún por formar, y con formas lisas y tersas, sin curvas, aunque en el caso de las niñas ya se disfrazan las aún no curvas con la parte de arriba de un biquini raquítico.
- he contemplado a unas niñas con forma de mujer, con la piel suave y lisa, los labios dulces, la mirada segura dentro del sinfín de inseguridades interiores, paseando las curvas de su juventud que ellas creen eterna y ellos ni se plantean.
- he admirado a unas mujeres y hombres jóvenes, vestidos (o no) con ropa deportiva, en pleno auge de su esplendor corporal, paseando sus hormonas por la playa cual pavos revoloteando por el paraíso.
- he mirado a una mujeres de piel reblandecida por las estrías, el insomnio y el tiempo, con andares cansados pero disfrutando igualmente de sus retoños, y del tiempo envidiable de una isla de tiempo impresionante perenne.
- he vislumbrado a una mujeres con canas, curvadas por la edad, con la piel más arrugada que el culo de un elefante, que intentan engañar el paso del tiempo con cremas hidratantes, demasiado maquillaje, alguna que otra operación quirúrgica mal acabada y unos vestidos que engañan demasiado poco.
- me he embelesado con mujeres y hombres a los que les cuesta andar, con los pocos cabellos que tienen, ya todos de color blanco, con las manos llenas de venas super grandes y con una mala circulación en las piernas evidenciada por unas arterias enfermas.
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